¿Quien debería cambiar? ¿La televisión o nosotros?
¿Para qué realmente marchamos?
No es él somos nosotros
A veces como provinciano siento que no debería opinar sobre las pocas (o demasiadas malas) opciones que nos ofrece la televisión nacional debido a que, para absolutamente todos los canales, el público de Lima es el único target importante, lo cual, técnicamente es cierto, pues, las grandes medidoras de rating (cuyo resultados vemos en los diarios) no cuentan a las demás ciudades a la hora de otorgar las cifras a pesar que estos, en su conjunto, forman más de dos tercios de la población total peruana. Entonces… qué sentido tiene marchar en contra de la televisión basura para nosotros (quienes habitamos afuera de Lima) si nuestra voz nunca la han escuchado ni tampoco lo harán ahora. Dicho esto, ¿no nos sería más fácil acaso simplemente apagar la televisión si estamos en desacuerdo con la programación de Lima? La respuesta es sí, y son las mismos ejecutores de la televisión basura (caso concreto Peluchín) quienes nos regalan esta clase gratis de cómo sacarlos de la televisión, ya que, a las finales, sin rating no hay programa. Así de simple.
Por otro lado, como estudiante egresado de la carrera de Ciencias de la Comunicación, con ciertas tendencias a la producción televisiva (hasta hace un año, ahora estoy analizando posibilidades como redactor) he tenido dos problemas durante los cinco años de estudio. La primera es que, como trabajar en la televisión no resulta rentable si quieres quedarte en la provincia, descartando Lima, en donde habitas; esta “especialización” equivale solamente a dos o tres cursillos en toda tu etapa universitaria. Y esto debido a que todas las instituciones de educación superior tienden a agrupar en una sola escuela todas las habilidades que un “comunicador” debería contar para ser un buen profesional. Esto quiere decir que si lo que te gusta es la televisión (concentrándonos sólo en la parte técnica), tienes que soplarte cursos de redacción; y así por el estilo. El segundo problema es el siguiente. Por motivo al desconocimiento de la verdadera dimensión de lo que significa la televisión (cómo producto más que como servicio), la currícula siempre tiende a mostrarnos a este medio como herramienta para la educación y servicio comunitario, y si a esto le sumamos el carácter religioso de la mayoría de las Universidades provincianas, esta situación empeora, pues, al momento de terminar la carrera nos damos cuenta que nuestra mentalidad no coincide con los objetivos (comerciales, ideológicos, personales) de los canales de televisión ni de las productoras impedientes; y para cuando decidamos hacer suerte en la capital, terminamos por desistir ni bien nos piden adecuar nuestros propios ideales con los de la empresa, haciendo que inclinemos por otra especialización.
Actualmente siento que la industria televisiva, al menos la peruana, no es la más correcta para mí. Pero no siempre ha sido así. Desde pequeño he experimentado una relación especial, y años después prohibida, con este medio. Si bien lo más común en los niños varones es verlos jugar a la guerrita con sus soldaditos, yo los utilizaba cómo el público para el programa de televisión que recreaba en esos momentos, utilizando los cassets inservibles para armar la escenografía, y con la ayuda de las barbies de mi hermana y mis Max-steels, lograba reconstruir una réplica perfecta del programa Erre con Erre o el de Laura Bozo. Ya para cuando ingresé a la secundaria, cambié los hobbies como jugar futbol o play-station con el panorama de estar sentado al frente de la computadora viendo televisión extranjera por internet, los cuales analizaba escribiendo sugerencias y observaciones en cualquier papel que encontraba por ahí. Años después, cuando terminé la carrera de Comunicación, y teniendo como objetivo personal crear opciones educativas, acabé por decepcionarme –conmigo mismo- cuando encaré frente a frente a este medio. Mis sueños de educar a través de la televisión se truncaron, pensé. Pero luego llegué a la conclusión de que tal vez la televisión no sea un medio educativo después de todo como durante todos estos años me hicieron creer. Tal vez su único objetivo sea el de entretener, y tal vez no sea tan mala idea después de todo.
Cuando escucho las razones por la que los organizadores de la “Marcha en contra de la televisión basura”, me pregunto si alguna vez han trabajado en ese medio. Me pregunto si alguna vez han intentado producir un programa cultural o educativo y verse obligados a cambiar de hoja de ruta. Me pregunto si saben algo sobre el comportamiento de la industria televisiva, porque la verdad, ni siquiera las mismas personas que trabajan en ese medio lo saben; y esto debido a que se trata de un ente tan heterogéneo, al alcance de todos, y sobre todo mutante; que resulta muy complicado intentar domarlo.
Ahora, con respecto al tema de educativo y cultural. Sería irresponsable de mi parte dejar que mis hijos vean ese tipo de contenidos, y resulta totalmente legal, utilizando los criterios de la libertad de expresión, que los canales de televisión muestren en su parrilla ese tipo de contenidos. Y es que, la responsabilidad de educar a los niños ni siquiera es trabajo de las escuelas (y peor de los medios de comunicación), sino de los padres de familia. Eso es tan cierto como afirmar que el colegio puede ser igual de peligroso que ver por ejemplo “Esto es Guerra”, sin la presencia de los padres en el proceso aconsejándoles y ayudándoles a comprender todo lo que sus cinco sentidos capturan. En pocas palabras, un niño que sufre de bullying es más propenso a maltratos físicos yendo al colegio todos los días, que viendo Esto es Guerra, el cuál le permite reírse y olvidar los malos ratos vividos esa mañana en el recreo.
Ahora con respecto a la cultura, resulta muy complicado etiquetar que tipo de manifestaciones lo son y cuáles no. Lo que ocurre aquí es que al momento de discernir puede que obviemos ciertas expresiones y lleguemos al punto de cometer discriminación o clasismo. Comprendido esto, es necesario reforzar una frase hermosa que leí hace muchos años "es momento de que la cultura se haga popular y lo popular cultura". Bajo esta perspectiva, analizando nuestra propia idiosincrasia, ¿quiénes son los que realmente deberían cambiar aquí? ¿La televisión o nosotros mismos?, total, al fin y al cabo la televisión no es más que el reflejo de una sociedad. Si existe un tratamiento particular en el contenido de la información cuando se muestra en la televisión es porque, en definitiva, todos los peruanos somos así. Resulta imposible pensar en imitar la filosofía televisiva francesa o alemana sin antes criticar nuestro propio consumo. Y es por eso que aquí cada individuo debe marchar a favor de uno mismo sin involucrar a terceros, pues, que pasa si exigimos más documentales en la parrilla nacional, si a las finales, pasamos más tiempo viendo videos de animales divertidos en youtube. En este sentido, marchar en contra de la televisión basura resultaría contraproducente, pues, nos estarían quitando la libertad –como espectadores- de elegir que queremos ver (pues, no todo el tiempo vamos a querer encontrar documentales).
Por otro lado, si bien la mayoría de los programas que se critican tienen carácter simplista, esa misma definición le podríamos poner a la marcha también. Critican a la televisión de no pensar en el consumidor, pero cuando los mismos consumidores alzan su voz solamente lo hacen para caminar cuadras de cuadras sin ofrecer una solución concreta (por ejemplo… propuestas de programa de televisión) No queremos una televisión “basura”, pero a la misma vez tampoco sabemos qué queremos; la única respuesta que se me ocurre es coger el control remoto y apagarlo. Y tampoco es que sea el fin del mundo, pues, existen otras herramientas para poder enriquecernos de la cultura (por ejemplo los libros y la infinidad de videos informativos que uno encuentra en youtube)
Finalmente, y siendo objetivos, el problema de la televisión peruana no es la forma sino el fondo. El programa de Esto es Guerra, el más criticado por todos –a pesar que lo ven-, cuenta con un despliegue de aparatos alucinantes (cámaras, escenografías, piscinas, etc) que cualquier formato del canal de cable Plus Tv; claro que, los escándalos armados o no de sus propios concursantes logran mermar significativamente la calidad del show. Pero… imagínense esa misma escenografía, esos mismos juegos, esa misma inversión, ese mismo programa con concursantes de secundaria en donde sólo se dedican a competir….tendríamos a un potencial “Las leyendas del Templo Perdido” (niños de los noventa sabrán de lo que hablo) El problema tiene bastantes aristas. Es por eso que, antes de criticar a la televisión peruana, critiquémonos primero a nosotros mismos. Pues a las finales, ni siquiera la televisión por cable, los libros, o el colegio más pituco nos hacen más cultos o no.